Tuesday, January 8, 2008

Los Domingos y yo (en mis cuentos)

Mientras espero
(...)Para mi no hay nada peor que las tardes soleadas de domingo. El polvo en la piel, el viento, el reflejo del sol en los cofres de los autos, el sonido lejano de los pasos y su gente caminando por las calles y el ir y venir de las hojas y las palomas me dan ganas de llorar. Me resultan casi insoportables los días que nunca son: grises, casi apagados, ausentes en sí mismos y sin sol y sin luna pero con luz. Esos días de avenidas húmedas y tornasoles, exactamente esos que semejan una mujer teñida de rubio que corre con un abrigo y sus manos en los bolsillos, con las medias rotas y los ojos sucios de tanto llorar. Esos días que se escurren en su tiempo como la miel, pesada y lentamente.
No hay peor amanecer que el que se anuncia como si fuera a predecir el fin del mundo. Ese que es claro, transparente, luminoso y cándido. Ese mismo que te indica el inicio de un día que ansias porque acabe, que pase pronto y que el sol que lo mantiene vivo se extinga como fósforo y su ausente calor y lastimera luminosidad permanezcan sólo como un punto rojo en el horizonte.
No soporto los atardeceres que queman y lastiman y hieden. Esos donde todo parece evaporarse a escasos metro y medio del suelo. Y ahí te tienes, caminando entre gasolina recién exhalada, carbón hecho humo, basura, sudor, pies, alientos, comida, perros muertos, cigarros a medio apagar, mierda.
El transcurrir de las horas de mi ausente sueño, parecen multiplicarse por mil cuando los autos de fin de semana apresuran en su desvelo, el encuentro con la oruga tricolor sólo para llegar y gritarle que cambie y que lo haga rápido. Y las patrullas y ambulancias que también gritan, llevan en su reclamo lo único que entrecorta la inmensa cortina de viento helado que me encierra aún más en las paredes de mi casa.
Los días parecerían ser tan incomparables entre sí, pero a mí me resultan iguales en su atrocidad. Sólo las tardes lluviosas alivian las semanas que entre más juntas, más tiempo pasa y menos me reconozco entre ellas, porque es precisamente en su trayecto que la humedad se manifiesta, que es para todos sin que escape uno solo, que es fuerte porque acalla los ruidos de la calle, que te protege de los demás llevándoselos lejos y que te deja solo, para que a su resguardo y en secreto, sin que nadie lo note, puedas llorar.
Llueve
(...)Las tardes de domingo son, a veces, soleadas y somnolientas, otras nubladas y con viento que sabe a tierra. El paso de las horas se hace eterno; tanto, que los sentimientos en estos días se confunden con los recuerdos. Olvido. No puedo precisar el día que me caí por primera vez tratando de patear una pelota, mucho menos el atardecer en que mi primer hombre se fue dejando sólo el rastro de su presencia en la esquina de la calle. También me resulta imposible sentir esa fascinación pueril por las albercas y, de igual forma, las manos de un adolescente sobre mis pechos. Por eso, ahora que camino entre parejas que se besan tomadas de las manos y niños que juegan a no alcanzarse, no puedo evitar que la vida me arranque una sonrisa por ser el refugio de la evocación de algo que nos ha pertenecido a todos, aunque sea una vez.

Sin título
Miedo,
sólo una vez lo tuviste y eso te costó la vida,
pero a cambio nos dejaste domingos
llenos de vasos con coca y grasa en las manos de los niños,
tan suave y cálida,
como la sangre que derramaste
por un mundo que ya estaba perdido
y crucificado mucho antes. (...)

Advertencia de un viaje corto
(...)Ahora que estoy por enviar esta nota han transcurrido varias horas. Aún sigo sin conciliar el sueño; el frío ya no es más. Hace calor. El sol entra por la ventana con una fuerza que sólo me indica que tengo que levantarme y salir de este cuarto a matar las horas como si fueran prostitutas viejas: cruelmente y sin lástima, o lo que es igual: inútilmente. Espero con ansia cualquier tipo de mensaje para estar segura que ha recibido mis notas, pero sobre todo, que aun está conmigo

Tiros de piedra
(...)En estos domingos de primavera las calles se tornan diferentes, nuevas; peligrosas. Calor y silencio. Aire y carros estacionados, inertes; en paz. El sol escurre por las ventanas de los edificios. Su reflejo resbala en las hojas de los árboles y estampa el color dorado como sonrisa falsa en el centro de todas las flores. Bugambilias y jacarandas. Estío. Sopor. El crujir sediento del piso, ausente de huellas, hojas o gatos me inquieta. Las fracturas en el me hacen sentir viejo y solo, muy solo.

Sunday, January 6, 2008

De la serie... ella habla sola

En general soy una persona que se precia de salir adelante y luchar contra las adversidades; de siempre echarle ganas y tratar de hacer las cosas lo mejor posible; de ser positiva (si, positiva) y amante de la vida... pero en días como hoy en que la multitud de pequeñeces y grandeces se te vuelcan, todo lo postivo se nubla un poco... como a todos les sucede de vez en vez.

Siento que no tengo la capacidad de terminar lo que comienzo, que he cometido muchos errores y que me están costando. Me siento muy débil y sin el empuje necesario para lo que sea. Y pese a que se que es algo pasajero no puedo evitar que toda esta basura me haga llorar y sentirme tan vulnerable y que no puedo guardármelo ni recargarlo en nadie porque no es justo. Que tampoco puedo salir huyendo ni esconderme porque eso no resuelve nada.

Cuando me siento así me da verguenza porque pienso que es mucho azote, que no es para tanto, que a otras personas les va mucho peor que a mi; que al menos estoy entera, viva, que no soy tonta ni estoy sola. Luego entonces... porque después de saber esto me sigo sintiendo igual? No sé. Igual debería de parar de pensar en tanta babosada o de menos escuchar algo que va mas o menos así:

Si quiera hablar con Dios
Tengo que a solas estar
Tengo apagar la luz
Tengo que callar la voz
Tengo que encontrar la paz
Y los nudos aflojar
De zapatos, de corbatas
De deseos, de recelos
Tengo que olvidar la fecha
Tengo que saldar mis cuentas
Tener las manos vacías
Cuerpo y alma en desnudez

++++++

Si quisiera hablar con Dios
Tengo aceptar dolor
Tengo que comer del pan
Que el Diablo amasó
Transformarme en animal
Y por el piso rodar
De palacios, de castillos
Suntuosos de mis sueños
Y sentir melancolía
Tengo que ser repulsiva
Y a pesar de tantos males
Alegrar mi corazón

++++++

Si quisiera hablar con Dios
Me tengo que aventurar
Tendría que al cielo subir
Sin medios para llegar
Tengo que decir adiós
Dar la espalda, caminar
Decidida por la ruta de la vida
Que al final va a dar en nada
Nada, nada, nada, nada, nada
De lo que pensé encontrar.

Alla voy!