Saturday, September 23, 2006

E. Santiago (Advertencia de un viaje corto)

¿Qué morirá cuando yo muera?
¿Quién se imagina la oscuridad de sus entrañas?
Esteban Echeverría


Jueves 14
Son las 2:00 con 1, 2, 3, 4, intento dormir y no lo consigo. La oscuridad del cuarto me agobia, hace calor, las sábanas aprisionan a mi cuerpo: tengo que levantarme. Prendo una lámpara azul, la que utilizo para escribir en noches como ésta cuando el sueño no viene, más hoy algo raro sucede. Abro el cajón y saco un cuaderno de pastas gris con blanco. Escribo: Lo que antes no me daba miedo ahora asusta, espanta e involucra. Las noches en vela son parte de mi cotidianeidad y eso ya ni siquiera me preocupa pero el calor en el cuerpo, el ansia, el ojo ciego de la oscuridad que no necesita vigilar para hacerse presente en mi habitación... Tengo miedo. Quisiera dejar de escribir este diario para tomar un café y quizás fumar pero no puedo moverme, al menos no en pequeños recorridos. El traslado que necesito para salir de este sopor requiere distancia. Mucha distancia.
No quiero sostener el paisaje de dos cuadras a la redonda, mucho menos el que me ofrecen algunas paredes medio blancas, medio sucias y con una perspectiva tan pobre como la luz que la anuncia. Sólo el olor a mi cuerpo que permanece en cada uno de los rincones de este departamento me indica que aún sigo aquí. Me siento sola, triste y sola. Tan triste y tan sola que ni yo misma me podría crear como personaje. Tan triste y tan sola que no me inventaron, existo. Tan triste y tan sola que en la víspera de un viaje apenas planeado, le robo horas a mi ausente sueño para hojear indefinidamente un viejo álbum de fotografías. Mi vista de rato en rato se cansa. No soporto recordar. Tengo que salir de aquí.

p.d. ¡Me espanta la ciudad! […]
¡Tengo miedo, ¡hay de mí!, de que este vino
tósigo sea, y en mis venas luego
cual duende vengador los dientes clave!
J.M.


Viernes 15
Estimable Sr. Etcétera:
Actualmente entiendo porque de joven dormía tanto. La capacidad de abstracción que de nacimiento se me había negado, en el momento de la vigilia se presentaba de manera rápida, fluida y total como una manifestación del inconsciente. En mis sueños no volaba ni me convertía en algo ilusorio, eso ya había dejado de ser. En ese momento, mis pensamientos reprimidos eran los que afloraban ya pequeños o tremendos, daba lo mismo. Lo que ahora me entristece es que ese sueño se haya perdido. El cansancio me embarga a diario, no puedo hacer nada y por las noches como usted sabe, gasto lo que me queda de fuerza combatiendo un insomnio que ya no soporto. Es por esto que he decidido salir un tiempo, con el firme propósito de recuperar mi sueño y escapar de mis preocupaciones que aunque escasas, usted y yo sabemos, no son nada superficiales.
La capacidad de viajar -como alguna vez se lo había comentado-, radica sólo en la necesidad de traslado. Entre más desesperado e inquieto se esté, más será la distancia que se recorra. Ahora me preparo para hacer un viaje largo y distante. Cuando arribe y en mi primera oportunidad, le notificaré los detalles del mismo y los sucesos importantes sin olvidar los detalles geográficos y turísticos. Anexo a este mensaje le envío mi dirección en la que estaré hospedado. Desde ahí, esperaré con ansiedad su telegrama.
E. Santiago

p.d.: “Recojo mis herramientas: la vista, el oído el gusto, el olfato, el tacto, la mente. Ha caído la tarde, la jornada de trabajo concluye, vuelvo como el topo a mi casa, a la tierra. No es que esté cansado de trabajar, no lo estoy, pero ya se pone el sol.”
N.K.


Domingo 17
Estimado Sr. Etcétera:
El viaje se pospuso dado el maravilloso imprevisto de su visita en la víspera de mi partida. Usted mejor que nadie sabe mi falta de carácter en cuanto se presenta una decisión en la que se tiene que ser firme e irrevocable, y más cuando interviene el factor emocional. Sin rodeos: no tuve el valor de decirle que mi viaje no tiene manera de aplazamiento y mucho menos de cancelación. Ahora hago uso de este medio al que agradezco por no tener que dar la cara, para decirle que estoy en la estación a solo unos minutos de tomar el tren no sin antes reiterarle mi seguro regreso. Tenga por seguro que le escribiré, si me es posible, a diario.
Espero que mi repentina decisión no le afecte ni haga pensar que el apresuramiento se debió a nuestro encuentro el día de ayer, sino que por el contrario esa es la razón que me pudo haber decidido a cancelar el exilio voluntario. Espero también no juzgue mal mi viaje y entienda que el principal deber que tengo ahora es conmigo. Existen serios pendientes que arreglar y usted lo sabe. Ya no es solamente mi paranoia nocturna, ya no son sábanas que se pegan al cuerpo y ojos que vigilan; temo una intriga. Alguien quiere traicionarme y se que está cerca, tanto, que casi lo siento como un compañero de viaje y si así fuera, tendré que enfrentarle. No sé si esta preocupación sea el origen del insomnio, más debo afrontarla.
En este momento, el sonido en la bocina me indica que es hora de partir no sin antes reiterarle el cúmulo de sentimientos que reservo para usted. Estaré bien, pero necesito hacer este viaje sola. Tan pronto como llegue le escribiré.
E. Santiago

p.d. -...Y eso te lo digo a ti, a ti que cuando sonríes haces pensar en el comienzo del mundo-.
V.H.


Jueves 21
Es de madrugada por los rumbos en que ahora me encuentro y he de confesar que no sólo el frío, cansancio repentino y una reciente enfermedad son lo que me postra en un sillón a escribirle. Suponiendo la segura entrega de mi mensaje enviado en la estación, daba por hecho su respuesta a la brevedad y el darme cuenta de lo contrario me debilita y preocupa. Pienso que tal vez este medio no le sea tan seguro de llegar y prefiera otro. De ser así, le suplico me lo comunique porque necesito saber de usted y que mejor manera que través de palabras suyas, que espero conforten la angustia que acecha desde mi arribo el lunes por la noche.
¿Recuerda el comentario de tener sospechas sobre un complot en mi contra? Pues casi estoy en dar con el autor de tal hecho. Ayer por la noche en la recepción del hotel, al firmar el cuaderno rojo y foliado, noté dos nombres que me resultaron familiares. El primero era de un entrañable amigo en común: E. Landa. El otro, el de una mujer que lamentablemente no recuerdo en imagen, más el sólo hecho de observar cada letra escrita de su nombre, me provocó frío en las piernas y el pecho. Creo que entre tanto espasmo voy a terminar insensible de pies a cabeza. Le confieso que sospecho terriblemente de ella y créame que deseo estar equivocada, pero en los deseos no radica la verdad. Se quien es, pero no la reconozco. Sé su nombre, intuyo sus ideas, descifro sus palabras pero no puedo, nunca pude entenderla. Aún no hemos tenido contacto pero se que sucederá.
Ahora que estoy por enviar esta nota han transcurrido varias horas. Sigo sin conciliar el sueño; el frío ya no es más. Hace calor. El sol entra por la ventana con una fuerza que sólo me indica que tengo que levantarme y salir de este cuarto a matar las horas como si fueran prostitutas viejas: cruelmente y sin lástima ó lo que es igual, inútilmente. Espero con ansia cualquier tipo de mensaje para estar segura que ha recibido mis notas, pero sobre todo, que aún está conmigo.
E. Santiago.

p.d.: “Mientras la realidad se desmorona a pedazos, mi casa es destruida”.
S. S.


Sábado 23
Espero no me juzgue por culpar a la mala administración del hotel, ya que esta fue la que retrasó la entrega de su nota. Creo que es por demás expresar mi profunda gratitud dada la respuesta de su parte a mis mensajes. Me alegró el día y créame que lo necesitaba. El viaje se ha tornado con el paso de las horas pesado y dañino, y por ende, doloroso. Me siento por momentos acorralada y en constante observación por esa mujer a la que no puedo verle el perfil ni escuchar su voz más que en el bullicio; y solamente sentir su presencia como respiración tras mi espalda. Agobiante e incorpórea. Nada más lejano a un sentimiento benigno. Esto es un mal augurio.
Pese a esto, el confort lo encuentro en la degustación de mis largas cenas. El resto del tiempo me siento presa de tensión y agotamiento a la vez, que lo confieso, arroba de una manera tan sensual, que dudo y temo de mi bienestar mental. Realmente espero sea una exageración.
Hoy por la noche dentro de esas sustancias cenas, me he enterado por nuestro amigo que ahora usted se prepara para salir de viaje. Poco antes de venir, E. Landa -como usted ya me lo había dicho-, tuvo a bien visitarlo y me expresó el no verlo nada bien. Entre vaso y platillo, hacía la especulación de que se encontraba rumbo a un sitio de retiro. No lo pude evitar y pregunté cual, si es que él la sabía, era la razón de ese viaje. Especuló nuevamente y luego calló, dejándome aun más preocupada que al inicio. Temo por su salud. Espero que a su llegada me comunique a detalle que padece. Ojalá y sea pasajero.
E. Santiago

p.d: Cae, / como el descenso de su fin último.
J.J.


Miércoles 27.
Siempre pensé que las enfermedades físicas eran peores que las emocionales. Estuve en un error. El viernes pasado tuve una en entrevista con la del nombre impronunciable. Fue tan sencillo como dejarme en la mesita de noche una nota con fecha y hora. Créame, fue terrible y angustiante. Mi boca permaneció cerrada dos largas horas y la de ella solo escupía y disculpe lo anodino de la palabra, “cosas” que sinceramente ignoraba. Pareciera conocerme de hace tiempo y ser espectador vivo de todos los detalles buenos y malos de mi vida. Era tanta su precisión que realmente dudaba que ella no se encontrara presente en todos esos momentos.
Cambiando de tema, creo que le debo una disculpa por lo numeroso de mis notas a comparación de sus telegramas. Pese a que todo el trance de este viaje me ha dejado exhausta y con la energía estrictamente necesaria para respirar y dormir, actividad que por cierto ya he desarrollado bastante bien, no me ha resultado un obstáculo para mi necesidad de hablar con usted, pero sobre todo de mantener nuestro contacto. En su último mensaje me preguntaba por E. Landa; lamento decirle que tenemos la misma información de su paradero a pesar de que lo he visto. Su presencia se ha diluido en las brumas del amanecer y su voz se derrite en el calor de las tardes. Pero no siempre fue así, cambió poco antes de su desaparición, o al menos eso creo. Es un buen amigo pero nunca he podido entenderle. Más que melancolía por su ausencia siento un extraño extrañar hacía él.
Antes de despedirme le hago saber que no menciono su viaje por respeto, más eso no excluye mi preocupación por su bienestar y a la vez cierto recelo. Temo que este sólo sea un pretexto y que realmente no esté enfermo. Parece como si ya no estuviera conmigo, que no quisiera estarlo. Espero equivocarme.
E. Santiago

p.d.: ‘Cause nobody loves me,
It's true,
Not like you do.
P.


Miércoles 3
Mi querido señor Etcétera:
¿Qué es lo que sucede conmigo? Han pasado más de tres noches y pareciera que sólo han sido un par de horas las que dormida estaba. Mi propio descanso se ha convertido en verdugo. Quiero levantarme y no lo consigo, hace más de una semana que no recibo noticias suyas. ¿Me ha abandonado? A E. Landa se lo tragó la tierra y la señora del nombre impronunciable, como fantasma, camina sin ruido toda de blanco, por pasillos y escaleras. Esas cenas abundantes ahora se han convertido en una fuente con guisos poco menos que incomibles. No puedo comprar vino y en la recepción me informan que el clima no es apropiado para salir, mucho menos para regresar a casa.
Estoy desesperada. Quiero pedir ayuda pero el cansancio me impide gritar. Recuerdo que lloré, no se que día, más tengo grabada la imagen de mis lagrimas en el marco enrejado de una ventana que no era la de mi habitación. Estaba en el suelo y parecía como si hubiera sufrido un accidente. Tenía sombras negruscas alrededor de los ojos y marcas pequeñas y rojizas en los antebrazos. Mis piernas, a pedazos, se encontraban rígidas y con manchas blancas. Creo que me violaron.
Odio las paredes tan blancas, odio la mesita de noche donde cada vez hay más botellas y no precisamente de licor. E. Landa hace mucho que se fue y la mujer del nombre impronunciable ya no me sigue más. Tiene todo mi expediente. Que curioso. La vida de uno cabe en unas cuantas hojas. ¿Tan predecible somos los humanos? Creo que si. Por ejemplo, se que usted nunca vendrá a visitarme y aunque lo quisiera, no me permiten recibir visitas. También sé que este viaje no fue mi decisión si no una coincidencia entre el mundo y yo. Una firma en un infolio y mi vida cambió. Este lugar siempre fue mi sitio de descanso y ahora entiendo porqué. Me hacen dormir, me dan de comer y me permiten estar despierta, no mucho, sólo lo suficiente para escribir de vez en cuando. Amistades no tengo, me tienen aislada de la gente. Dicen que hago daño. Me dicen loca, loca incurable, mujer insana, mala mujer. Pero mi poca cordura me basta para saber que no. Que no estoy loca. Que no soy mala. Que nunca le hice daño a nadie. Se que sus notas nunca existieron, también lo sé. Que usted ya está bien muerto lo sé de sobra. Yo lo maté.

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