Thursday, January 29, 2009

Andar amando. O de cómo a veces el amor genera, explica, reinventa y extingue todo

Que el que no haya amado que mejor se muera… ó de menos se ponga a averiguar –antes de que se queme toda su pólvora en infiernitos-, de qué se trata esta sensación que a quien tiene la fortuna de experimentarla, lo cambia para siempre. Y esto es sin importar la edad, tendencia, generación, procedencia, sexo ni perversiones del individuo. Cuando el primer pinchazo de amor te toca no hay vuelta atrás, y sin más ni más te penetra hasta lo más profundo de tu cuerpo. Y es que en muchas de las ocasiones el amar se convierte en un sentimiento que de tan fuerte se torna en algo físico, y no me refiero a las reacciones “obvias” de calentura y pasión, no señor. Hablo de que en verdad el amar duele y gobierna a momentos las reacciones corporales: el corazón se acelera, las manos tiemblan, el estómago se revuelve y duele, la mente se pone en blanco, se suda como menopáusica y andas deprimido o sobreexcitado, dependiendo de las circunstancias.
En fin; que sin importar cómo, cuándo ni dónde; lo cierto del amor es que es y sucede siempre de manera distinta e irrepetible. Lo cierto también es que nunca llega a destiempo si no en el momento justo en que tenía que suceder, sin que esto signifique que llegue cuando nosotros quisiéramos ó en ese preciso instante en que deseamos que él otro muera de amor y deseo desenfrenados; tanto como nos sucede; y antes de que la pasión se nos pase por supuesto. E igual de cierto es que el ser humano sabe y es consciente de la existencia de este evento, pese a que no podamos afirmar si a todos sin faltar uno, les haya tomado por asalto –al menos en una ocasión-, esa opresión entre el estómago y los pulmones en que sientes que el aire, los cigarros ó el licuado de avena que tomaste en la mañana antes de salir rumbo a la escuela, se te van a salir irremediablemente, justo cuando miras pasar de largo a tu objeto de admiración.
Luego entonces, sabemos que el amor existe, se repite y reinventa a cada momento en que la vida da sus vueltas de tuerca… esas que nos sorprenden y acontecen con la exactitud necesaria para que la vida siga su curso. Y es que así es el amor de preciso. Así de exacto como reloj, como los cambios de estaciones y los equinoccios, como los días de pago y las expiraciones, como los semáforos y la marea, así es el amor. Y lo mejor y lo peor de esto es que nos llega sin aviso alguno. Sin miramientos, nos sorprende mirando el cuello de la chica que toma de un vaso rojo en la otra esquina del bar, llorando de añoranza en la parada del metrobús un jueves a las 5:00 de la tarde cuando él tenía que haber llegado a las 3:00; escribiendo notitas absurdas y dichas millones de veces en la última página de tu cuaderno de sociología II; tocando el timbre de su apartamento al tiempo que te arreglas el cabello… viendo una película un domingo por la tarde en Plaza Aragón.
Y es que este sentimiento es una de esas cosas universales que todos más o menos entendemos igual. Hablar de amor es hablar de sensaciones, imágenes, colores, sustancias, paradigmas, e incoherencias tan ciertas como el hecho de que este texto es una negación del amor aunque hable de él e intente describirlo, y esto es simplemente porque el amor es algo que sólo se describe a sí mismo. Y conste que esto no una invención fumada de su servidora. Según la semiología y hermenéutica, la mayoría de todo sólo puede describirse a sí mismo, en otras palabras, la única forma de describir amor es con esa palabra o término, de lo contrario perdemos de vista el objeto para poner nuestra atención en algo, que no es de lo que hablamos. En breve pues, el amor es de esas cosas que no pueden entenderse con instructivo; por el contrario; solo deben absorberse como vienen y sin tratar de encontrarle justificación alguna.
Pero no todo el amor tiene que volcarse por fuerza en otro de nuestra misma especie y conste que no hablo de cierto tipo de perversiones de tinte animal (aunque pudiera darse el caso, por supuesto). La capacidad y alcance del amor es tan grande y total que puede penetrar cualquier cosa: perro, gato, musaraña, ciudad, ranchito, guitarra, peluca, radiografía, canción, cajita, playa, chamba, libro, calle, color, bar, trago, quesadilla, letra, película, libro… en fin, todo.
Luego entonces y ahora en que está tan de moda lanzarse en la defensa de todo, defendamos pues el amor, que si se realiza sin llegar a un exceso enfermizo, nos ennoblece y hace entender un poco más de nosotros mismos, los otros y nuestro entorno que por cierto pide a gritos un poco de ternura y cosas buenas que ennoblezcan y hagan más positiva la mirada hacia el futuro.

1 comment:

Karla said...

Qué onda, la Brix: yo por acá. Dejándome llevar por la modernidad y sus blogs. Ando amando y como que me volvieron las ganas de escribir. Trataré de hacerlo a diario. Ésa es la meta, pues. Muchas felicidades por tu texto, es intenso. Espero quejas de los míos... jajaja. Un beso.